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Felisberto Hernández ilustrado. Buenos Aires: Milena caserola/La libre, 2016. Prólogo  de Daniel Mella. Transcripción de inéditos de Daniela Olivar e ilustraciones de Diego Bonilla.

 

I

Este trabajo reúne 28 textos éditos e inéditos de Felisbeto Hernández, transcriptos por Daniela Olivar e ilustrados por Diego Bonilla. El cuidadoso trabajo de transcripción realizado por Olivar está basado en los textos del autor que se conservan en la Sección y Archivo de Documentación del Instituto de Letras (SADIL, para los amigos) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. La edición de Olivar pone a disposición una selección de los textos inéditos que toma como antecedente y amplía el trabajo realizado por María del Carmen González de León en Narraciones completas (Buenos Aires: Cuenco de Plata, 2015).

Por su parte Diego Bonilla toma el desafío de ilustrar cada uno de los fragmentos en blanco y negro, con una variedad de técnicas (acuarela, collage, entre otras). En 2014 un grupo de artistas contemporáneos, haciendo uso de diversas técnicas, y bajo la curadoría de Roberto Echavarren, Soledad Hernández Montañés y Rosina Piñeyro, realizaron la exposición La Máquina Felisberto en el Museo Nacional de Artes Visuales (catálogo completo y de acceso libre). La variedad de técnicas y colores de los artistas de La Máquina… , o el estricto blanco y negro de Bonilla, ofrecen interpretaciones y renuevan la poética de Felisberto.

Para librar a mis lectores de la prevención de que me elogiaré, y para librarme yo también de la prevención de que puedan pensar eso, he decidido elogiarme desde el principio y muy abiertamente. Para esto no será necesario decir que procederé con sinceridad. Bueno, yo pienso que mi obra es genial y no ando con paños tibios, de cualquier manera no me lo van a creer porque yo lo diga.

En mi obra no hay la pretensión de enseñar nada; de ella no se puede sacar ninguna frase que encamine nada de la humanidad; si después de leerla se piensa sacar esa frase o si el lector se pregunta ¿qué quiere decir esto? Se encontrarán con que no quiere decir nada; y si ahora, leyendo esto se pregunta ¿entonces qué tiene la obra? Entonces yo respondo.

El primer texto  que aparece en el libro indica el tono: es el Felisberto vanguardista, apartado de las pretensiones didácticas y universalistas del realismo, que propone el fragmento, la ironía y el humor como desacralización de la institución arte. Es el Felisberto de Fulano de tal (1925), Libro sin tapas (1929), La cara de Ana (1930) y La envenenada (1931).

Pero no es el único, porque no hay un solo Felisberto. Está el pianista de los cines, el concertista y el creador de «Negros», por ejemplo:

Y también el Felisberto del territorio de la memoria (Por los tiempos de Clemente Colling de 1942, y El caballo perdido de 1943) y el cuentista singular de Nadie encendía las lámparas (1947) o La casa inundada (1960). La obra publicada en vida por Felisberto está en dominio público y disponible (se puede consultar una edición de Creative Commons).

Pese a que alguna crítica insista en ver todo como parte de una unidad o en que cada parte sea un indicio del artista que vendrá, no hay un solo Felisberto. En ese sentido Felisberto Hernández ilustrado recupera al vanguardista, al que busca un tono y experimenta,  y este es otro de sus aciertos.

II

Felisberto es un clásico del Río de la Plata y este libro es una prueba de ello. En ambas orillas del Plata las sucesivas generaciones de lectores seguirán encontrando algo en su obra.

Clásico no es un libro (escribió Borges) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad.

Pero Borges se olvidó del poder. En su texto centraba la cuestión de los clásicos en los lectores, aunque a nadie se le escapa que los lectores son también críticos y Borges ejerció ese oficio y lo incorporó a su literatura. Pero a su reflexión le falta algo del papel que juega la institución literaria, la lectura de otros escritores, la crítica ejercida en diversos medios, las Academias de Letras, las instituciones educativas, todo aquello que hace que la obra de un autor se acerque a los lectores, legitimada, hecha ya un clásico, incuestionable.

Hago referencia a esto porque a partir de este universal-particular que es el Río de la Plata, tal vez Felisberto pueda acceder, de la mano del próximo Harold Bloom, a la nueva lista del canon de LA literatura universal. Y también porque fueron los vaivenes combinados de generaciones de lectores y de las distintas caras de la institución literaria, los que lo ignoraron o despreciaron y los que, muy poco antes de su muerte, pusieron a Felisberto Hernández en un pedestal.

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